domingo, 1 de febrero de 2015

Engelskonzert de Paul Hindemith

Conmemorando los 70 años de la liberación de Auschwitz el pasado 27 de enero, repasamos la historia de un compositor y una obra que, en la Alemania nazi, pretendió criticar un régimen que, en nombre del bien del Estado y de la sociedad, negó al individuo y a la dignidad humana. Paul Hindemith, sin ser judío, hubo de sufrir persecución ideológica. Su espíritu humanista hizo que el régimen se refiriese a su obra como "música degenerada".

Las tentaciones de San Antonio,
detalle del Retablo de Isenheim.
Matías Grünewald (1512-1516),
Museo de Untelinden
Colmar (Francia).
FICHA TÉCNICA

Obra: Engelskonzert, de Matis der Mahler (Matías el Pintor).
Compositor: Paul Hindemith (Hanau, Hesse, 1895 - Frankfurt, 1963).
Año de composición: 1933-1934.
Estreno: Como primer movimiento de la sinfonía Matías el Pintor, el 12 de marzo de 1934, por Wilhelm Fürtwangler y la Orquesta Filarmónica de Berlín. Como preludio de la ópera del mismo título, el 28 de mayo de 1938 en la Ópera de Zurich.
Duración: 10 minutos, aprox.
Discografía propuesta: El compositor dirigiendo a la Orquesta Filarmónica de Berlín, 1955 (EMI).
















PARA UBICARNOS 

Homenajeando los setenta años de la liberación de Auschwitz he optado por una obra y un compositor proscritos por el nazismo precisamente por los valores que encarnaban. Paul Hindemith es un compositor de un fuerte humanismo cuya obra es árida de escuchar y no frecuentemente interpretada, si bien despierta interés y admiración cuando se programa. La pieza escogida, el Engelskoncert (Concierto de los ángeles, si bien preferimos su nombre original en alemán por ser el habitualmente utilizado) de Matías el Pintor es de factura admirable, ambigua en su sonoridad etérea y con aproximaciones a lo místico.

Hechas las presentaciones musicales, el lector se preguntará de dónde hemos sacado tan extravagante cuadro y qué relación guarda con la obra que vamos a escuchar. No adelantaremos acontecimientos, pero prometemos que al final todas las piezas del puzzle encajarán perfectamente.

HINDEMITH: UN PROSCRITO DEL NAZISMO 

Paul Hindemith.
Paul Hindemith nació en el seno de una familia musical de escasos recursos económicos, lo que motivó que tuviera que tocar en cafés y teatros para pagarse los estudios. No obstante, la inversión dió sus frutos, pues antes de cumplir los veinte años consiguió una plaza de violinista en la Ópera de Frankfurt y con veintitrés fue nombrado concertino. Fundó el Cuarteto Amar, en el que tocará la viola, realizando giras por Europa. No obstante, nuestro personaje pronto centrará su carrera en la composición (Es mejor hacer música que escucharla, dijo), siendo considerado una brillante figura por los círculos vanguardistas, sobre todo tras presentar en 1923 algunos de sus trabajos a la Sociedad Internacional de Música Contemporánea en el Festival de Salzburgo. En 1927 será nombrado profesor de Composición en la Escuela Superior de Música de Berlín.

La proclamación del III Reich en 1933 supuso un control por parte del Estado de todas las facetas sociales, destacadamente la educación y la cultura. Hitler, que en su juventud había pretendido desempeñarse como pintor, era conocedor de las artes y desde la cúpula del Gobierno nazi se forjó una sólida doctrina para todas ellas. Por lo que concierne a la música, autores románticos como Ludwig van Beethoven, Richard Wagner y Anton Bruckner fueron encumbrados por el régimen como representantes del ideario alemán, triunfante y poderoso. Especialmente el segundo, compositor favorito del Führer, del que fue utilizada su idea de obra de arte total y sus aspiraciones a la unificación alemana. En el caso de Bach, el régimen alabó su disciplina de trabajo intentando mitigar lo más posible su ideal de rendir culto a Dios a través de su música. Por el contrario, compositores como Félix Mendelssohn o Gustav Mahler fueron repudiados por ser judíos. Un concepto de "judaísmo" amplio, entendido más en sentido ideológico que religioso, pues en el caso de Mahler se había convertido al cristianismo (lo que motivó la composición de la Sinfonía nº 2 Resurrección). Probablemente los grandes dilemas metafísicos que el compositor plantea en sus obras no eran aceptables para un régimen que se creía y mantenía a sí mismo como un todo absoluto.

Un concierto de la Orquesta Filarmónica de Berlín
en los años del nazismo.
En los años del nazismo, el panorama musical estaba conformado por compositores adeptos al régimen, como Carl Orff; afines al estilo musical del régimen pero sin identificarse con él, como Richard Strauss; o contrarios a él, como Kurt Weill (que colaboró estrechamente con el dramaturgo Bertolt Brecht) o Paul Hindemith. Weill era judío, pero Hindemith no. Si en un primer momento el régimen comenzó alabándole (en 1934, el ministro de propaganda Joseph Goebbels dijo públicamente que era uno de los talentos más importantes de la generación de compositores jóvenes), poco después su música fue prohíbida, tildándole de simpatizar con judíos. ¿Por qué este cambio?

Hindemith fue un compositor de profundas convicciones humanísticas, que llevó no sólo a su estilo musical, muy particular, sino también a su línea de trabajo. Composiciones como La vida de María (1923), ciclo de canciones sobre la Virgen, unido a la búsqueda del llamado por él mismo como música natural en las fuentes Barrocas dieron lugar a un sentimiento religioso cada vez más presente (de familia paterna protestante y materna católica, comenzó a interesarse cada vez más por el catolicismo en la decada de los treinta) que cayó bajo sospecha del régimen. Pero fue una ópera, Mathias el Pintor, la que desencadenó las iras del nazismo.

MATÍAS EL PINTOR 

Con la llegada del Nazismo, Hindemith pretendió desarrollar, a través de una ópera cuyo libreto fue escrito por él mismo, una alegoría de un régimen que detestaba, proclamando el valor de la dignidad humana contra un Estado que, bajo promesas de futuro próspero y conquistas sociales negaba todo derecho a la persona para otorgárselo a la colectividad.

El medio de llevarlo a cabo fue recurriendo a dos personajes históricos de Alemania y a una época muy concreta: la Reforma Protestante. Los elegidos eran el pintor Matías Grünewald (contemporáneo de Alberto Durero y al que corresponde el cuadro que acompaña a la obra) y Alberto de Brandemburgo, Cardenal-Arzobispo de Maguncia. En cuanto el régimen tuvo conocimiento de su trabajo llevó a cabo una rápida censura: Hermann Goering prohibió representar la obra, lo que motivó la reacción del director de la Orquesta Filarmónica de Berlín, Wilhelm Fürtwangler, quien salió en defensa del compositor. Sí pudo estrenarse, bajo atenta mirada de las autoridades, una Sinfonía conformada por fragmentos extraídos de la ópera y cuyo primer movimiento, el Engelskoncert, es el preludio de la misma.

Los históricos Matías Grünewald y Alberto de Brandemburgo,
el primero en un autorretrato.

ESCUCHANDO EL ENGELSKONZERT

Llegados a este punto, es normal que al lector le pique la curiosidad de qué fue lo que Hindemith plasmo en esta ópera. Fue estrenada el 28 de mayo de 1938 en la Ópera de Zurich, desatando las hiras del gobierno nazi. El Preludio, bajo el título de Engelskoncert, es especialmente represenativo del lenguaje de su autor, calificado de neobarroco, utilizando armonías antiguas de una forma claramente moderna para construir lo que él denominaba música natural. Cuatro motivos aparecen a lo largo del mismo, fluyendo hacia adelante hasta concluir en un clímax cargado de misticismo. La obra es politonal, lo que le dota de una dimensión etérea. Escuchémosla. La grabación propuesta es la realizada en 1955 por el compositor con la Orquesta Filarmónica de Berlín, una grabación antigua que ha sido remasterizada de forma impecable para ofreciendo un sonido muy nítido.


La introducción, a cargo de las maderas (fagot primero, clarinete, oboe y por último flauta) se muestra sobrepuesta a unos enigmáticos acordes en sol mayor a cargo de la cuerda. El primer tema nos transporta al Renacimiento... Otros tres temas se expondrán sucesivamente y posteriormente irán combinándose entre sí en cuatro episodios, creando una atmósfera mística que culmina en un clímax (6:46) que se difumina y nos conduce a la coda (7:48), rematada por un rotundo final.

Estamos en Maguncia (Renania-Palatinado), poco después de 1517. Matías Grünewald sirve como pintor a Alberto de Brandemburgo, Cardenal de la Iglesia Católica, Arzobispo de la ciudad y uno de los principales enemigos de Martín Lutero, quien en 1517 ha publicado sus 95 Tesis en el Castillo de Wittenberg. Matías es un hombre de edad madura, sencillo y afanoso en su trabajo, que ve cómo las revueltas de la reforma protestante provocan la división del pueblo y las luchas entre sí. Alberto tiene algo más de veintiocho años y acaba de ser nombrado Cardenal. Ocupa el Arzobispado de Maguncia desde los veintitrés, gracias a que es el hijo menor del Príncipe Elector Juan Cicerón de Brandemburgo. No obstante, es inteligente, humanista y defensor de las artes y las ciencias: con dieciséis años ha fundado una universidad en Franckfurt del Odén y mantiene contratado a Matías no sólo por su labor como pintor sino por sus conocimientos de ingeniería hidráulica.

Sin entrar en detalles en el argumento de la ópera, de la que ya hablaremos en otra ocasión, lo más destacable es el tratamiento psicológico de los personajes. Matías y Alberto proceden de mundos distintos, pero las circunstancias y una situación sociopolítica tensa les lleva inevitablemente a un camino común. Uno es humilde pero bueno en su trabajo, el otro es un aristócrata, pero no por ello ignora la situación social, intentando evitar las ya inevitables luchas entre campesiones, favorables y contrarias a la causa protestante. Por su parte, los consejeros del Cardenal buscan lo mejor para ellos mismos.

Cuando comienza la ópera, Matías está pintando un fresco en un monasterio cuando llegan perseguidos un campesiono con su hija, Regina. Éste les da un caballo, alejándose rapidamente. Cuando llegan los perseguidores, pretenden echar la culpa a los monjes del monasterio.

Las discusiones de los dos consejeros del Cardenal son una pugna por todo tipo de intereses. Alberto está inmerso en un mar de dudas, y no sabe si lo más correcto para erradicar el protestantismo es llevar a cabo una quema de libros, tras la quema de bulas de Lutero, o intentar alcanzar un diálogo. Veremos cómo los consejeros juegan a dos bandas y celebran a la vez la quema de libros mientras incitan al pueblo diciendo que el Cardenal acabará renunciando a su jerarquía y se casará. Para ello hablan con Úrsula, la hija de un rico burgués luterano, aceptando la propuesta.

Esta situación le sirve a Hindemith como retrato de la Alemania nazi: él es Matías, el hombre sencillo que presta servicio con las artes, la reforma protestante es la nueva situación que genera violencia social y pone bajo el punto de mira indiscriminadamente a cualquier sospechoso de no querer combatir el régimen existente para implantar el nuevo. La figura del Cardenal es más compleja de dilucidar, probablemente la de un régimen que, teniendo sus defectos, de los cuales es consciente, no proclama la violencia ni las luchas intestinas.

A la par que el argumento se desarrolla, Matías (el artista de su tiempo que vive los hechos, sean éstos la reforma protestante o el nazismo), va analizando qué camino tomar. Su camino se cruzará con el campesino y su hija Regina, a los que ayudó al principio de la ópera, viendo cómo matan al padre, escapando de ese mundo atroz junto con Regina. Mientras tanto, el Cardenal se niega a claudicar ante los protestantes ni mucho menos a casarse con Úrsula. Poniendo por encima sus convicciones, renuncia a su cargo y se retira a vivir como un ermitaño, no sin antes demostrar que no siente ningún rencor hacia Úrsula, a la que bendice.

Mientras tanto, Matías y Regina están escondidos en la Selva de Odenn. Regina duerme y él cae en un sueño en el que empieza a escuchar una música angelical. En este punto, Hindemith recurre a una paráfrasis de la historia de San Antonio y San Pablo Ermitaño (ambos del siglo III, no confundir en el caso del segundo con San Pablo de Tarso, del siglo I), dos eremitas coptos que renuncian a todo para alabar a Dios desde la sencillez y el amor a la naturaleza. Concretamente, el sueño de Matías comienza por ver todo tipo de tentaciones a las que podría aspirar olvidando todo lo que ha visto, como San Antonio, para terminar encontrándose con el Cardenal, con un claro paralelismo entre estos dos santos: Matías es San Antonio, de origen más humilde y que huye del mundo para internarse en la naturaleza; Alberto de Brandemburgo es San Pablo, de familia rica y bien formado, quien preferió hacerse ermitaño antes que renunciar a sus creencias en las persecuciones del emperador romano Decio.

El retablo de Issenhein, que aquí vemos cerrado, 
sirvió de inspiración a Hindemith para las visiones de Matías.
El diálogo mantenido por ambos es de una calidad literaria y una profundidad importantes, mientras que la música crea un clímax ascendente que culmina con lo que para Matías será una revelación de cual es la misión del artista en el Mundo mientras ve pasar por delante sus cuadros: poner el Arte al servicio del bien, clima místico que anticipa el Engelskonzert al inicio de la ópera. Escucharemos el fragmento final del diálogo con el que se pone fin a la penúltima escena de la ópera, indicando qué dice el texto. La música de Hindemith, debemos advertirlo, es árida por el continuo cambio de tonalidad, que impide al oído tener una referencia, aunque la fuerza que desprende es fascinante (por problemas técnicos al color el vídeo, dejo indicado el enlace).

https://www.youtube.com/watch?v=TzPOU96xv4o

CARDENAL (SAN PABLO)

Cuando te inclinas humildemente ante tu hermano
para ofrecerle desinteresadamente la creación más sagrada
de tus facultades más íntimas,
a la vez, unido y libre estarás, 
como un sólido árbol plantado en el suelo natal.

Silencioso, magnífico, una parte del pueblo, el pueblo mismo.
Si aceptan todo de ti y olvidan de que lo hiciste
- el árbol no sabe nada de su fruto -,
y aun pensando que ellos te mataran,
¿es duro pagar con la vida la creatividad?
Lo que has intentado y sufrido te dará la gracia de la inmortalidad.
¡Id y cread!

MATÍAS (SAN ANTONIO)

En ti la voz de Dios me ha llegado,
la voz del pueblo habla a través de ti.

(el paisaje cambia, en el escenario aparece la ciudad de Maguncia
y el Rhin, bañados en la luz de la mañana).

AMBOS

No podemos huir de la esfera en que hemos nacido,
todos los caminos nos mantienen continuamente dentro de ella.
Por encima de nosotros, una esfera más amplia se nos muestra a la vista:
la fuerza que nos mantiene en pie.
Lo que también empezamos: 
si tenemos que probarnos a nosotros mismos,
que nuestras acciones estén en equilibrio con ambas.

¡Demos gracias a la Tierra!
¡Cantemos las glorias del Paraíso!
¡Aleluya!

El telón cae. Si el nazismo no iba a permitir que desde lo terrenal se le hicieran críticas, mucho menos desde lo divino. Peligroso es también el papel que se encomienda al espectador, pues tras caer el teleón aún falta un séptimo cuadro.

En el cuadro final han pasado los años. Matías está en su estudio con Regina, cuya salud ha empeorado. Ha pintado una serie de obras maravillosas. Llega Úrsula, que las contempla muy admirada. Fallece Regina y el Cardenal le ofrece irse a vivir con él, pero prefiere la soledad. La última escena nos muestra a Matías en el bosque, al final de sus días, repasando su existencia y si ha cumplido con su cometido en esta vida: "al mundo y a Dios ofrecí lo que mis pobres fuerzas podían crear", muriendo satisfecho.

Como fácilmente podemos observar, al espectador no le narran un episodio: lo que hace Matías después de tener esa revelación, pues en el cuadro final han pasado los años. ¿Qué ofreció al bien de los hombres? ¿Qué podía ofrecer cada uno de esos espectadores en favor del Bien? Eso cada uno lo ha de reflexionar para sí mismo. En el caso de Hindemith, denunciar las atrociedades de un régimen del que se vio obligado a escapar en 1940, marchando a Estados Unidos, donde dará clases en la Universidad de Yale.

MATÍAS/HINDEMITH: LA ALEGORÍA DEL ARTISTA COMPROMETIDO 

La obra ha quedado indisolublemente ligada a la lucha contra el totalitarismo, a la búsqueda de la dignidad del ser humano frente a su negación, y a la del artista comprometido con el Bien y la Verdad: dar gracias a la Tierra, cantar las glorias del Paraíso, dice el texto. Por su parte, Hindemith consiguió apartar su aspecto de músico intelectualizado y de laboratorio para mostrar un perfil humano que interactúa con la realidad. El libro La tentación de Paul Hindemith: Matías el Pintor como testimonio espiritual, de la pianista y musicóloga Siglind Bruhn (Hamburgo, 1951) explora esta dimensión del compositor.

Aunque la obra sea conocida y apreciada, las dificultades escénicas y vocales han llevado a hacer más habitual la Sinfonía con fragmentos extraídos de la ópera que la ópera completa (Sinfonía rotunda que finaliza con el diálogo de Matías y el Cardenal en versión orquestal, resonando en el metal el motivo del Aleluya). El papel del Cardenal, en la línea del heldentenor wagneriano, es extenuante, mientras que Matías requiere un bajo-barítono dotado de gran expresividad. La partitura resulta árida y complicada y se extiende durantre tres horas empleando una orquesta de grandes dimensiones.

En Alemania, la ópera se representó por primera vez el 13 de diciembre de 1946 en la Ópera de Stuttgart, si bien el montaje más renombrado fue el estrenado en la Ópera de Munich en 1948, un trabajo muy plástico debido Helmut Jürgens, quien por cierto llamó al hijo que nació un año antes del estreno Matías. No he podido localizar en la red imágenes de este montaje, pero sí de los bocetos que hizo para el mismo:

En la producción de Jürgens, escena del sueño de Matías,
rodeado de extravagantes personajes de sus cuadros.


En la producción de Jürgens, el Cardenal visita a Matías en su estudio
tras la muerte de Regina, en el séptimo cuadro de la obra.
En la Ópera de París la obra no se estrenó hasta 2010, en un espectacular montaje debido a Olivier Py, dirigiendo Christoph Eschenbach, en aquél momento su director titular. Un montaje que sorprendió por utilizar actores para representar las escenas de los cuadros, mientras que el vestuario era el propio de la época del compositor y no del Renacimiento.


Escena de la producción de la Ópera de París, con Melanie Diener
(Úrsula), Matthias Goerne (Matías) y Scott MacAllister (Alberto).
En homenaje a las víctimas del nazismo.




No hay comentarios:

Publicar un comentario