domingo, 15 de febrero de 2015

Obertura del Carnaval Romano de Héctor Berlioz

En fechas de Carnaval, os propongo esta semana la Obertura del Carnaval Romano, de Héctor Berlioz. Obra compuesta en 1844, se inspira en los temas de una de sus óperas, Benvenuto Cellini, sobre la figura de este escultor, aventurero y amante italiano del siglo XVI. La acción ocurre, precisamente, en las fiestas de Carnaval en Roma.

El Carnaval en Roma, José Benlliure (1881).
Museo Carmen Thyssen (Málaga).
FICHA TÉCNICA

Obra: Obertura del Canaval Romano, op. 9.
Compositor: Héctor Berlioz (La Côte-Sain-André, Francia, 1803 - París, 1869):
Año de composición: 1833.
Estreno: El propio compositor dirigiendo a la Orquesta de París en la Sala Herz de París, el 3 de febrero de 1834.
Duración: 9 minutos, aprox.
Discografía propuesta: Colin Davis dirigiendo a la Orquesta Sinfónica de Londres, 1965 (Philips).




UNA PERSONALIDAD ROMÁNTICA

Si la semana pasada estábamos en los salones del París burgués con el elegante y delicado Chopin, esta semana no cambiamos de época ni de lugar, si de compositor y de personalidad. Héctor Berlioz es el paradigma del más apasionado romanticismo en la Francia decimonónica. Hijo de un médico, fue enviado a París a estudiar Medicina, carrera que abandonó pronto por el Conservatorio de la misma ciudad. En los círculos intelectuales conoció a Alejandro Dumas, Víctor Hugo y Honoré de Balzac. El escritor Théophile Gautier diría: Me parece que Héctor Berlioz, con Víctor Hugo y Eugène Delacroix, forman la Santísima Trinidad del arte romántico.

Harriet Smithson.
Nuestro compositor ya demostró dotes para inclinarse por el romanticismo cuando, en su juventud, disfrutaba leyendo a Virgilio, y lo demostrará con creces cuando, con veintitrés años, se enamore perdidamente de Harriet Smithson, una actriz irlandesa afincada en París especializada en la obra de Shakespeare y que contaba con veintiséis años. Así, un 6 de septiembre de 1827, Berlioz acudió a una representación de Hamlet en la que ella interpretaba a Ofelia. El joven quedó inmediatamente obsesionado de Harriet, escribiéndole apasionadas cartas, que ella rechazaba, asustada por el ardor que desprendían. No obstante, nuestro compositor no se dió por vencido y siguió insistiendo durante varios años. Tres años más tarde, en 1830, ganará el Grand Prix de Roma y compondrá su obra más famosa: la Sinfonía Fantástica. Esta obra, de la que hablaremos en otra ocasión, puede ser considerada como la primera sinfonía programática (con argumento), en el sentido que hoy se le da al término. Si bien Beethoven en su Sinfonía Pastoral, compuesta en 1808, dota a cada movimiento de un sobretítulo alusivo a escenas del campo, Berlioz va más allá: los movimientos directamente tienen los títulos de las escenas y el argumento fue ofrecido a los espectadores en el programa de mano. Esta obra no sólo fue dedicada a su amada, sino que además es ella la protagonista, que en cada escena marcha de un ambiente a otro, desde un baile hasta un aquelarre al es que es arrastrado el compositor, que trata estos escenarios como proyecciones de lo que su ánimo le ofrece el amor no correspondido por la amada. La cosa acabó bien y ambos se casaron en 1833.

INNOVANDO EN LA ÓPERA


Retrato de Berlioz.
Si ya hemos dejado apuntada la personalidad de romántico apasionado de Berlioz y su innovación en el campo sinfónico, no son éstos sus únicos caracteres destacables. El compositor deseó llevar a cabo una profunda renovación en el lenguaje y en la forma musical en todos los campos, si bien ha sido en la sinfonía y en la ópera dónde se ven más reflejados. Hablaremos, por la relación que tiene con la obra de esta semana, de su ópera Benvenuto Cellini, basada en la vida de este escultor del Renacimiento italiano discípulo de Miguel Ángel. Nacido en Florencia en 1500 y fallecido en 1571, su biografía ha quedado en parte desvirtuada por el halo de leyenda que él mismo extendió con su Autobiografía, aprovecha para el argumento de la ópera. Él mismo cuenta que, estando Roma asediada por las tropas del Emperador Carlos I de España, mató de un arcabuzazo al Condestable de Borbón (de las tropas francesas). Estuvo preso en el Castillo del Santo Ángel de esta ciudad acusado de haber matado a dos hombres y de haber saqueado el Tesoro papal durante el asedio. El rey francés Francisco I lo invitó a ir a París en 1540, pero cinco años más tarde hubo de prescindir de él debido a las discusiones que el artista mantenía con la amante del monarca, Madame d'Etampes.

Semejante biografía no era la más apropiada para el argumento de una ópera en una sociedad burguesa que veía el género como la excusa para un acto social (otro gran operista, Richard Wagner, tuvo problemas con el público parisino cuando se representó, en 1861, su ópera Tannhäuser). No obstante, Berlioz se atrevió a ello en 1838 y el resultado no fue favorable: silbidos, patadas, gritos, también algunas aclamaciones de su círculo de partidarios, que hicieron que al día siguiente el compositor realizara censura del libreto, encargado a Auguste Barbier y León de Wailly. No obstante, las dos siguientes representaciones se movieron en la indiferencia total, probalemente porque la sala estaba bastante desanjelada tras las noticias habidas del estreno. Después, fue retirada de cartel.

Unos meses después, el 11 de enero de 1839 fue representada en el Teatro de la Corte Imperial de Weimar, a la mitad de aforo, y después se ofreció el primer acto aislado en tres representaciones de un espectáculo de ballet. Y ahí acabó todo. El 17 de marzo escribiría las siguientes líneas al director de la Ópera:

Señor:
Tengo el honor de anuiciarle que retiro mi ópera Benvenuto,
lo cual estoy íntimamente convencido de que será recibido con placer.
Su seguro servidor. 

DE LA ÓPERA A UNA OBERTURA


Adelantamos cuatro años en el tiempo y nos vamos a 1843. Nuestro compositor regresa a Weimar, donde el 25 de enero ofrece un concierto que resulta ser un éxito, partiendo después a Leipzig, donde le esperaba Félix Mendelssohn-Bartholdy, el compositor alemán a quien Berlioz había conocido en Roma años atrás. Y de allí, a Dresde, donde Wagner desempeñaba el puesto de Maestro de Capilla. Aunque ambos compositores, a los actuales ojos del arte, tienen muchos puntos en común, la relación se movió en la más correcta indiferencia.

Benvenuto Cellini.
Tras su regreso a París, más ilusionado, recibe el 8 de julio una invitación de la Sociedad Filarmónica de Londres para dirigir un concierto, si bien el proyecto no llegó a ejecutarse. Tampoco llegó a buen puerto la idea de ofrecer dos conciertos en el Teatro alla Scala de Milán, por lo que nuestro compositor se queda en París. Es en el otoño de este año cuando comienza a pensar en una obertura de concierto que rescatase el material musical de la desafortunada Benvenuto Cellini. En sus Memorias, nos describe el estreno de esta ópera de manera más calamitosa que como probablemente fue, y al contrario, unos elogios hacia la Obertura de la misma más fogosos que lo que realmente ocurrió. Probablemente se trata de una autojustificación alabando la parte sinfónica de la partitura y la necesidad, por ello, de elaborar una obertura tomando el material musical.

LA OBERTURA DEL CARNAVAL ROMANO


La Plaza Colonna de Roma, escenario para el Carnaval.
El resultado de su trabajo fue la que denominó la Obertura del Carnaval Romano. Esta pieza, de unos nueve minutos, se abre con una brillante introducción de tono festivo que recuerda a una tarantella, empleado en la ópera como motivo de la Plaza Colona, para pasar a un tema mucho más lírico y delicado, procedente del aria del protagonista en el primer acto de la obra (Oh, Teresa, a la que amo) y en el que lleva la melodía el corno inglés (0:30), para pasar a un saltarello procedente de la escena del Carnaval que acontece en esta plaza en el segundo acto (4:10). En el 7:30 avanzamos hacia una brillante coda con modulación. El saltarello, danza italiana rápida y chispeante, ya fue utilizada por Mendelssohn en el último movimiento de su Sinfonía nº 4, Italiana (1833). Este pasaje dio problemas en el estreno de la ópera, pues el director, François Habeneck, no supo qué hacer con la música ni coordinarla con los bailarines que danzaban en el escenario, provocando la hostilidad entre compositor y director. Éste, incapaz de transmitir a la orquesta el espíritu de la obra, dijo a los músicos (según las Memorias de nuestro compositor): Ya que no tengo la fortuna de complacer a Monsieur Berlioz, hasta aquí llega el ensayo. Todos pueden irse. Con lo que el problema no quedó resuelto. Vamos a escucharla:



El estreno de la Obertura resultó un éxito y la obra fue repetida varias veces. Probablemente el éxito de esta obertura radica tanto en el qué se dice como en el cómo se dice: en ese mismo año, Berlioz publicó su Tratado de orquestación e instrumentación modernos, todo un revulsivo en lo que se refiere al tratamiento de las posibilidades sonoras de la orquesta. Así, en el saltarello el juego tímbrico de las maderas como respuesta al tema príncipal o el novedoso tratamiento del metal en la coda, modulación incluida, que nos recuerda al Romanticismo más moderno.

Nos cuenta todo Berlioz en sus Memorias. En el ensayo de la mañana y en el estreno estuvo presente Habeneck, el director que fue incapaz de dirigir correctamente el saltarello en el estreno de la ópera. Aquella mañana hubo de ensayarse sin metales, pues habían sido llamados a un acto de la Guardia Nacional. Según nuestro compositor, Habeneck se alegró y auguró una catástrofe en el concierto. Cuando los metales llegaron por la tarde, le hicieron llegar a Berlioz su opinión sobre la dificultad de sus partes, a lo que éste respondió: No tengan miedo. Las partes están correctas; todos saben su trabajo; miren mi batuta tanto como puedan, cuenten sus compases correctamente, y todo estará bieni. No hubo un solo error. Lancé el allegro en el tiempo fugaz de los bailarines transteverinos. El público gritó ¡Bis! Y la tocamos completa otra vez; estuvo mejor la segunda vez. Y al pasar por la sala de recepciones, donde Habeneck estaba algo decepcionado, sólo dejé salir estas breves palabras: "¡De esta forma es como debía ir!" a lo que él tuvo suficiente cuidado para no responder.

ANÉCDOTAS

OPINIONES PARA TODOS LOS GUSTOS

La obra fue acogida favorablemente y con gran entusiasmo. No obstante, siempre hay opiniones disidentes, y una muy curiosa es la del compositor George Templeton Strong cuando la escuchó en 1886:
No puedo comparar el Carnaval Romano de Berlioz con nada
que no sean los bufidos y aullidos de un meno enorme,
sobre-excitado por una severa dosis de alcohol. 







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