domingo, 8 de febrero de 2015

Polonesa nº 3 "Militar" de Chopin

Chopin, paradigma del romanticismo intimista en vida y obra, hoy fundamentalmente es conocido como autor de culto para los pianistas. Su escasa obra orquestal (tan sólo acompañando al piano) lo ha motivado, frente a otros virtuosos del instrumento que se prodigaron más en los géneros orquestales. Esta semana escucharemos una de sus piezas más populares, la Polonesa en la mayor, op. 40 nº 1, conocida como Militar por su ritmo marcial.

George Sand escucha a Chopin en Nohant,
Anónimo, en el Châteu de ésta en Nohant.
FICHA TÉCNICA

Obra: Polonesa nº 3 "Militar", op. 40, nº 1
Compositor: Frédéric Chopin (Zelazowa Wola, Gran Ducado de Varsovia, 1810 - París, 1849).
Año de composición: 1838.
Estreno: El propio compositor, en un concierto celebrado en la Sala Pleyel de París el 26 de abril de 1841.
Duración: 5 minutos, aprox.
Discografía propuesta: Maurizio Pollini (piano), 1976 (Deustche Grammophon).














EL NACIMIENTO DEL SINFONISMO Y DE LOS VIRTUOSOS 

Si el siglo XIX supone en sus primeras décadas el desarrollo de los géneros sinfónicos tal y como los conocemos hoy y la ampliación de las posibilidades de la Sinfonía, la Obertura o el nacimiento del poema sinfónico, no lo es menos que la vida en sociedad implantada por la burguesía supuso el incremento de los géneros "menores" y de la música de cámara, y con ellos, de intérpretes  cualificados. Cualquier casa de familia acomodada no estaba completa sin un piano ni un pianista que, invitado, fuera el centro de atención de una reunión más o menos improvisada.

No obstante, el virtuosismo no era algo nuevo, pero no asociado con el piano. En el Barroco, los divos de la ópera habían conseguido transformar el género en un espectáculo para lucimiento propio, mientras que en el siglo XVIII comenzaban a mostrarse en esa faceta violinistas como Giuseppe Tartini (1692 - 1770) y ya, en el siglo XIX, Niccolò Paganini (1782 - 1840). En el teclado, si bien no hay duda de que la obra para órgano de Bach supuso y ha seguido suponiendo hasta hoy una cima importante, reservada a unos pocos, el compositor no la compuso para el lucimiento. Tampoco las 555 sonatas (nada menos) para clavicémbalo que compuso Domenico Scarlatti (1685 - 1757), compositor de la Corte de Felipe V de España responden a un deseo de virtuosismo aunque las posibilidades técnicas que ofrecen inviten a ello.

El siglo XIX ofreció el clima apropiado para el desarrollo del virtuoso del piano: los nuevos instrumentos, construidos con novedosas técnicas, la ideología liberal frente al compositor de Corte (la burguesía tiene medios, pero no una orquesta a su disposición, sólo un piano) y la filosofía romántica, donde la música es vehículo de expresión de los sentimientos de autor e intérprete, sentimientos que pueden ser expuestos desde la mayor sencillez a una abigarrada complejidad. El paradigma fue París. Allí convivieron los dos de los virtuosos del piano por excelencia: Frédéric Chopin y Franz Liszt, éste un año menor. Sólamente se llevaban un año de diferencia, pero sus personalidades y vidas fueron diametralmente opuestas. Si el primero era ensoñación e intimismo, el segundo era un torrente de creatividad en todo tipo de géneros. Si el primero destacaba por su silencio, el segundo no dudaba por un momento en expresar lo que pensaba. Una personalidad que desconcertó a su opuesto, pues de él diría que Su carácter no era fácil de comprender. Estaba compuesto de mil matices.

Litografía que muestra a Chopin y Liszt frente a frente.

DE SU POLONIA NATAL A LA COSMOPOLITA PARÍS Y LA PECULIAR GEORGE SAND


Desde su primer concierto en París, ofrecido en la Sala Pleyel el 26 de febrero de 1832, nuestro compositor se adaptó perfectamente al ambiente.  Su sonido puro y suave, su refinado fraseo y un cuidadoso legato hicieron de él muy pronto una leyenda. Estilo que rivalizaba con el de Liszt, al que Chopin denominaba Klaviertiger ("tigre del teclado"), en la connotación más despectiva que podamos imaginar, pero que sin embargo llevó al éxito a éste mientras nuestro compositor obtuvo críticas por su excesivo intimismo.

George Sand.
Aun así, y salvando algunas salidas esporádicas de la ciudad para visitar a su familia o algún noble viculado a su Polonia natal, Chopin continuó en París. A finales de octubre de 1836, contando el compositor con veintiséis años, el propio Liszt le presentó a la novelista y dramaturga George Sand, personaje peculiar para la época y aún en nuestros días. Pseudónimo masculino que utilizaba Aurore Dupin, de padre aristocrático y madre de clase media, fue educada por su abuela en su château en Nohant (hoy un pequeño pueblo en el Departamento de Indre, en la Región Centro de Francia) a la forma y maneras de un varón. Se casó con diociocho años con el Barón Casimir Dudevant, aportando al matrimonio las propiedades que un año antes había heredado de su abuela. El matrimonio tuvo dos hijos pero nunca llegó a cuajar, pues Aurore, de refinado gusto artístico, no encajaba con la personalidad más tosca de su marido. Hijo todo lo que pudo para complacerle y encontrar un equilibrio (así, dejó de tocar el piano por un tiempo, pues a éste no le gustaba), pero sin éxito.

En 1831 abandonó el domicilio y marchó a París. Fue entonces cuando Aurore inició carrera como novelista y dramaturga. Ese mismo año escribió Rosa y Blanco en colaboración con Jules Sandeau, un estudiante de leyes que contaba veinte años y que acabó seducido por una Aurore de veintisiete. La colaboración fue fructífera, publicando dos obras bajo el pseudónimo de Jules Sand, pero la relación fue muy exigua. Después de que Sandeau saliera de la vida de Aurora, ésta adoptó el pseudónimo por el que sería conocida, George Sand, iniciando una vida independiente y moviéndose en círculos artísticos y literarios, vestida incluso de hombre y haciendo uso de su condición de Baronesa, llegando así a parcelas que, de otro modo, le serían facilmente vetadas.

Llegado a este punto, debemos indicar, contra lo que popularmente se ha difundido, que Sand no se travestía de hombre ni le gustaban las mujeres. Únicamente adoptaba vestimentas masculinas para acceder a determinados lugares, en principio vetados socialmente a mujeres, pero en fiestas y ambientes distendidos gustaba de ofrecerse a la vista con elegantes vestidos, se comportaba como una mujer y era vista a los ojos de sus contertulios como una mujer, lo que no implicaba ningún tipo de discriminación hacia ella, pues como hemos apuntado, su educación había sido a la forma y manera de un varón, con lo que, no sólo sus conocimientos, sino también su sensibilidad artística, eran apreciados. Y quizás esto fue lo que la hizo tan deseada entre los ambientes masculinos.

En 1833 inició una relación con Alfred de Musset, éste seis años menor que ella y jurista polifacético dedicado a la literatura. Su relación sería muy sonada y popular en el París de la época, marchando a Venecia. Dos años más tarde el idilio se rompió, probablemente a instancias de Sand y con un cierto componente de culpabilidad para Musset, pues éste le dedicó su obra Confesión de un hijo del siglo.

El tipo de relación que mantuvo con el pintor Delacroix y con Víctor Hugo, éstos algo más mayores que ella, y con Franz Liszt, siete años menor, no están muy claras, pues todos se movían en similar círculo, círculo al que entraría Chopin en 1836.

CHOPIN Y SAND


Cuando Sand y Chopin se conocen, ella acababa de conseguir el divorcio de su matrimonio con el Barón Dudevant. Quedaba así como una mujer sin título y complemente libre, si bien poco había sabido de su marido desde su separación cinco años antes. Su obra literaria era conocida y apreciada en el momento, si bien hoy, la coexistencia temporal con Víctor Hugo, Honoré de Balzac o Alfonso de Lamartine, indudablemente la han eclipsado en los anaqueles del siglo XIX. Independientemente de la calidad literaria, estos otros también tienen su nota de polémica: revolucionario el primero, con antecedentes familiares en la Revolución Francesa el segundo, y el tercero un conservador que apoyó la Restauración, compatibilizando su puesto como diputado con la defensa del vegetarianismo. Por tanto, todos cuentan con episodios curiosos en sus vidas además de ser claves en un género cocnreto: teatro, novela y poesía, respectivamente.

El primer encuentro fue bastante desafortunado: cuando Chopin fue presentado a Sand, ésta le murmuró a una amiga, Madame Marliani: Ese señor Chopin, ¿es una niña?. Por su parte, cuando Chopin abandonó la fiesta en compañía de Ferdinand Hiller, le dijo: ¡Qué antipática es esa Sand! ¿Es una mujer? Estoy por dudarlo.

No tuvieron mucho más contacto los meses posteriores. Chopin le invitó a una fiesta el 13 de diciembre y Sand acudió más fría que un témpano. Así nos lo relata uno de los invitados, Josef Brzowski:

Madame G. Sand, morena, fría y distinguida (...). Llevaba una ropa
fantástica (que obviamente proclamaba su deseo por hacerse notar),
que constaba de un vestido blanco con una faja carmesí y una
especie de corpiño pastorial de color blanco con botones también
de color carmesí. El cabello oscuro, con raya en medio, le caía a
ambos lados del rostro y quedaba sujeto con una cinta alrededor
de la frente. Se sentó con indiferencia en el sofá cerca de la
chimenea, y exhalando con delicadeza las nubes de humo que
salían de su cigarro, contestó brevemente y con seriedad a las
preguntas de los hombres que estaban sentados a su lado (...).
Después de que Liszt y Chopin tocaran una sonata, este último
ofreció helados a los invitados. Georg Sand, que no se movió
del sofá, no dejó el cigarro ni por un momento.
Retrato de Chopin de la época.
En la primavera de 1837, Sand lo invitó a su château, pero el compositor rehusó. Éste marcharía en los meses de verano a Londres. A su regreso organizó una fiesta y allí se presentó Sand, curiosamente ataviada con un vestido de polaca. Dadas las circunstancias, no cabe duda de que Sand sentía algo por Chopin, pero la personalidad del músico, de difícil acceso, obstaculizó una relación. No se sabe si Chopin rehusaba, pero más probablemente podemos sostener que simplemente no barabaja esa posibilidad, y por tanto, no pensaba en ella. Un torrente de personalidad como Sand no parecía entrar en sus planes. No cejó en su empeño y escribio a Adalbert Grzymala, amigo del compositor, intendado que alguien le iluminara la compleja personalidad de su amado. Desconocemos los episodios intermedios, pero sí el desenlace: en el verano de 1838, Chopin acudió a Nohant. Es difícil imaginarse su reacción en una persona descrita por Charles Hallé como de límpidos rasgos, tez diáfana, hermoso pelo castaño y ondulado, porte aristocrático y modales principescos.

La relación entre ambos estaría impregnada de lo intelectual. Si años atrás el ex-marido de Sand no le gustaba que ella tocara el piano, no nos cabe duda que en esos meses en Nohant, el piano sonó más que nunca. También hubo una suerte de sorpresa de sí mismo por parte de Sand. A pesar de su personalidad arrolladora, no pudo dominar a su amante. Otro polaco amigo de Chopin, el poeta Adam Mickiewicz, dijo de ambos: Chopin es un genio malo, su vampiro moral, su cruz. Y tuvo razón: tras la muerte prematura del compositor, debida a la tuberculosis, Sand echó en falta y mucho a quién llamó cariñosamente Chip-Chip.

Ese periodo en Nohant alimentó las habladurías en París y le acarreó mala fama a Sand (más allá de la que pudiera ya tener por su modo de vida sorprendente para la época). Aquí entra en escena Félicien Mallefille, escritor que parece ser era el "amante oficioso" de Sand cuando conoció a Chopin. No podemos saber si Sand se debatió entre los dos, que sólo fuera un entretenimiento o que Chopin fuera la segunda opción hasta que acabó ganando el primer puesto, pero el hecho fue que ella se apartó del escritor discretamente. Probablemente Chopin no sabía que éste mantenía o había mantenido una relación con su amada. Cuando éste recibió en su casa una loa procedente de Mallefille que rezaba: Como prueba de mi afecto por usted y mi simpatía por su heroico país, Chopin no presagiaba lo que había detrás, porque además Mallefille desconocía aún quién había ocupado su puesto en el corazón de Sand. La historia casi termina en duelo entre pretendientes, además de que Mallefille aguardara para abordarla a la puerta de su casa.

VIAJE A MALLORCA


Dadas las circunstancias, Chopin propuso marcharse de París. En aquél momento, uno de los hijos de ella, Maurice, de quince años, sufría reumatismo, por lo que debía seguir tratamiento en un lugar cálido. El destino elegido fue Mallorca. Sand marchó el 18 de octubre dirección Perpiñán con Maurice y la pequeña Solange, de ocho años. Días después se encontrarían allí con Chopin, que llevaba un equipaje bien cargado de partituras de Bach y papel pautado, dispuesto a trabajar con energías. Hicieron tranquilamente el viaje hasta Barcelona, donde el 7 de noviembre embarcaron en el vapor El Mallorquín en dirección a la isla. Resulta curioso que, quizás para guardar las apariencias, Sand se registró como "madame Dudevant, casada", mientras que Chopin lo hizo como "artista".

Los hijos de Sand.

Los primeros días en la isla fueron como llegar a un paraíso exótico lejos de miradas y comentarios. De Mallorca diría Sand:

Al llegar aquí uno empieza comprando un terreno, luego construye
una casa y encarga los muebles. Después, obtiene el permiso de 
las autoridades para vivir en algún sitio y finalmente, al cabo de
cinco o seis años, empieza a abrir el equipaje y se cambia la
camisa, mientras espera el permiso de aduanas para poder
importar zapatos y pañuelos.

La Cartuja de Valldemossa.
Por su parte, Chopin envió una carta a su copista, Julián Fontana, en la que le hablaba del maravilloso paisaje a la par que preguntaba por su piano, el cual aún no había llegado (el instrumento había quedado retenido en la aduana). Fue el inicio de un periodo compositivo muy fructífero. Se instalaron en la Cartuja de Valldemossa, una hospedería que procedía de un convento desamortizado (actualmente está adscrita a Patrimonio Nacional). 

Durante su estancia en la isla, Chopin terminó su tercera y compuso la cuarta Polonesa, op. 40 de su catálogo, terminó los Preludios op. 28 (que envió a su copista en el mes de enero para que éste los enviara a Pleyel, su editor), la Marzuca op. 41... Por su parte, Sand se dedicó a cuidar y educar a sus hijos, hacer vida en la naturaleza y escribir su novela Spiridión. Una incipiente tuberculosis se fue manifestando cada vez con mayor presencia, probablemente el invierno húmedo contribuyó a ello, lo que motivó que el 13 de febrero de 1839 tuvieran que dejar la isla, rumbo de nuevo a París, vía Barcelona y, allí, en un segundo barco, a Marsella.

Una página manuscrita de
Un invierno en Mallorca.
En 1855, fallecido el compositor, Sand publicaría el autobiográfico Un invierno en Mallorca. Dejaremos aquí la Historia para escuchar la obra que nos ocupa. Tan sólo apuntaremos que la Cartuja de Valldemossa ha sido objeto de atención por parte de los medios de comunicación tras una dispuesta iniciada en 1931 y que desembocó en un proceso judicial que culminó en enero de 2011 ante la Audiencia Provincial de Mallorca y que pretendía indagar la autenticidad de lo que se muestra al público en la citada hospedería. Parece ser que las distintas celdas pertenecen a distintos propietarios que se disputaron haber tenido como huesped al compositor. El pronunciamiento judicial concluyó con que la celda que ocuparon Chopin y Sand es la número 4, entonces bajo el número 3, descartando la autenticidad de la número 2, así como de los objetos que allí se muestran. Ciertamente, existe constancia de que Chopin vendió su piano un día antes de partir a la familia Canut, pero parece que ahí acaba el rastro. También el libro de Sand ha sido puesto en duda en datos y situaciones, más movida por un amor, en ese momento, absoluto e incondicional al compositor, pero para hablar de ello habrá tiempo en otra ocasión.

LA POLONESA MILITAR


La polonesa es una forma musical a ritmo de marcha en tiempo ternario, de carácter danzable. Podemos fechar su origen en el siglo XVI, utilizada en el Barroco por autores como Telemann y, en el Romanticismo, revitalizada por encontrar ejemplos en Beethoven, Schubert o Weber. En el caso de Chopin, el término se usa con gran amplitud, sirviendo de esquema que se desborda para desarrollar la creatividad del compositor.

Escrita en la mayor, rezuma una energía y alegría poco habituales en el compositor. La obra nunca se publicó en vida del autor, pero fue estrenada por él en un concierto que ofreció en la Sala Pleyel de París el 26 de abril de 1841. En este mismo concierto se estrenó su "hermana", la op. 40 nº 2, Polonesa nº 4, en do menor. La aparición del compositor en un recital fue debido a la insistencia de sus amigos, pues él y Sand se habían refugiado mutuamente de todo lo que les era ajeno. Lo más difícil fue obtener el sí, pues tres cuartas partes de las localidades fueron compradas antes de que el concierto se anunciarse, según nos narra Sand, quien añade con cariño: Entonces fue como si se despertara de un sueño, y no hay nada tan divertido como ver a nuestro escrupuloso Chip-Chip obligado a cumplir su promesa. El concierto fue un éxito clamoroso.

Esta obra, dado su carácter majestuoso y melodía pegadiza, ha sido objeto de diversos arreglos. El compositor Alexander Glazunov, de quien ya escuchamos su Elegía para viola y piano, compuso en 1893 una suite llamaba Chopiniana sobre varias obras orquestas del compositor, incluyendo la Polonesa Militar. Fue transformada en ballet, bajo el nombre de Las Sílfides, con coreografía de Michael Fokine, estrenado por los Ballets Rusos de Diaghilev en el Teatro del Châtelet de París el 2 de junio de 1909.

También podemos escucharla transcrita para órgano:

ANÉCDOTAS

LA POLONESA MILITAR COMO SÍMBOLO NACIONAL

Durante la invasión de Polonia por los nazis, la radio polaca emitía diriamente la obra como expresión de sentimiento nacional. Los nazis prohibieron la música de su autor y destruyeron su estatua, colocada en 1926 en un lugar destacado del Parque Lazienki de Varsovia y que representa al compositor sentado debajo de un árbol. Hoy se encuentra colocada una reproducción de la misma.

Monumento a Chopin en el Parque Lazienki de Varsovia.

¿UNA ÓPERA DE CHOPIN?

Aunque Chopin fue muy aficionado a la ópera gracias a uno de sus maestros, Józef Elsner, nunca compuso ninguna. Sin embargo, si uno ha visto la adaptación cinematográfica que en 1943 hizo Artur Levin de El fantasma de la ópera, más o menos a mitad de metraje puede escuchar lo que suena en el inicio del trailer de la película, que no es otra cosa que nuestra Polonesa con orquesta y coro precedida de unos acordes triunfantes:



En realidad, se trata de una adaptación para le palícula. La razón se debe a que la ópera sobre la que principalmente gira la trama entre Christine y el Fantasma en la novela de Gastón Leroux es Fausto de Gounod (1859), la cual seguía teniendo derechos. La película titula la supuesta ópera con música de Chopin Amor y gloria, sin citar quién es su autor. En la famosa escena de la lámpara, se está representando El príncipe enmascarado del Cáucaso, la cual tampoco existe y utiliza otra obra musical de la que ya hablaremos en otra ocasión. La razón es parafrasear El prisionero del Cáucaso, del ruso César Cui y estrenada en 1883, también con derechos.

Al principio de la película podemos escuchar Martha, de Friedrich von Flotow, compuesta en 1847 y ya de dominio público, traducida al francés. Por lo demás, la película es una de las adaptaciones más interesantes de entre las múltiples de la obra de Leroux, destacando a Claude Reins (el policía de Casablanca) en el complejo papel del Fantasma, en un aire ensoñador y sensible.

La idea de la Polonesa Militar con coro ha cuajado, como podemos comprobar en este concierto en la Catedral de San Patricio de Nueva York, la catedral católica:




Marie d'Agoult.
PARALELISMOS

Chopin y Liszt fueron los dos grandes virtuosos del piano en el siglo XIX. Aunque entre ambos había notables diferencias de personalidad, manifestadas en la forma de tocar, existen entre ellos curiosos paralelismos: ambos no se casaron pero convivieron con damas divorciadas de la baja nobleza francesa, de gran educación y actividad intelectual, que escribieron bajo pseudónimo masculino, y las cuales tenían exactamente seis años más que ellos. Además, en ambos casos esperaron a obtener los oportunos divorcios posteriores a la separación de sus maridos antes de iniciar la relación con ellos. En el caso de Liszt, se trataba de Marie d'Agoult, Vizcondesa de Flavigny, que escribía bajo el pseudónimo de Daniel Stern.
Como diferencias, Liszt tuvo tres hijos con ella y el final de la relación fue diferente: en el caso de Chopin, su fallecimiento, en el de Liszt, el de ella, tras lo cual ingresó en un convento franciscano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario